Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata / Rodrigo Macías, director huésped
Azalia Hernández, saxofón
Ganadora del concurso de la Facultad de Música para ser solista con la OJUEM

Florence Price (1887-1953)
Dances in the Canebrakes (Bailes en los cañaverales)
Duración aproximada: 9 minutos

Jacques Ibert (1890-1962)
Concertino da camera para saxofón y orquesta
I. Allegro con moto
II. Larghetto
Duración aproximada: 14 minutos

Solista FaM-UNAM: Azalia Hernández, saxofón

Intermedio

Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Sinfonía núm. 4 en si bemol mayor, Op. 60
I. Adagio - Allegro vivace
II. Adagio
III. Allegro vivace
IV. Allegro ma non troppo
Duración aproximada: 35 minutos

Duración aproximada total: 58 minutos

Rodrigo Macías
Director huésped
Originario de Texcoco, Rodrigo Macías inició sus estudios musicales en el Instituto Cardenal Miranda en la Ciudad de México y los continuó en el Conservatorio Giuseppe Verdi de Milán en Italia. Ha dirigido a la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, la Sinfónica Nacional, la Filarmónica de la UNAM y otras más. De 2010 a 2018 fue director titular de la Orquesta Sinfónica Mexiquense. Como compositor, su música ha sido interpretada en Estados Unidos, Italia y México. Desde 2018 es director general de la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM), agrupación con la que ha abordado música que va desde las obras tradicionales del repertorio sinfónico hasta piezas de autores de los siglos XX y XXI, con énfasis en los compositores mexicanos de diversas generaciones. Entre los diveros proyectos que ha realizado con la OSEM, se pueden mencionar diversos montajes de óperas, cantatas escénicas y programas de música popular que buscan atraer nuevas audiencias a la música sinfónica, y lograr así ampliar de forma significativa el público que hoy se acerca a los conciertos de la OSEM, con la intención de consolidarla como una de las orquestas más importantes y activas del país.

Azalia Hernández
Saxofón
Historiadora y saxofonista originaria de la Ciudad de México, Azalia Hernández Villalobos cursó su licenciatura en música en la Facultad de Música de la UNAM, bajo la guía de José Luis Romero. Ha participado en diferentes tipos de ensambles y en varios eventos internacionales, como la Conferencia de la Asociación Nacional de Directores de Bandas Colegiales 2024 en la Universidad de Cornell, el Ensamble de Alientos de Dartmouth College, el congreso de la Alianza Latinoamericana de Saxofonistas Costa Rica con la Orquesta de Saxofones de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Sinfónica de Alientos Internacional en Puebla (2022) bajo la dirección de Óscar Navarro y Johan de Meij. Ha tomado clases magistrales con Nathan B. Bogert, Kenneth Tse, Pedro Pablo Cámara y Javier Valerio, entre otros. Además, su interés por la investigación la ha llevado a participar en diversos coloquios sobre filosofía, historia y arte. Actualmente, se encuentra en proceso de titulación y colabora en proyectos artísticos independientes.

Florence Price (1887-1953)
Dances in the Canebrakes (Bailes en los cañaverales)
Además de su prolífica obra para piano, en los últimos años el nombre de Florence Price ha cobrado relevancia por ser la primera mujer afroamericana cuya Primera sinfonía (1932) fue interpretada por una orquesta principal en los Estados Unidos. Este logro, aunque significativo, refleja las dificultades que enfrentó como mujer compositora, sumado a las complejas condiciones sociales de la comunidad afrodescendiente, mismas que inspiraron su obra Dances in the Canebrakes (Bailes en los cañaverales). Esta obra de 1953, escrita pocos meses antes de su muerte, originalmente fue compuesta para piano y posteriormente fue orquestada por el compositor William Grant Still. El primer movimiento, Nimble Feet (Pies ágiles), es un ragtime de ritmo sincopado, al estilo de Scott Joplin. Tropical Moon (Luna tropical) evoca un baile nocturno en los cañaverales, mientras que Silk Hat and Walking Cane (Sombrero de seda y bastón) nos conecta con el cakewalk, baile que surgió en las comunidades afroamericanas esclavizadas en el sur de los Estados Unidos como contraparte a los bailes burgueses. Más que una evocación del arduo trabajo en los cañaverales, Price nos regaló momentos de alegría, donde la música apareció como una luz, en aquellos tiempos marcados por la discriminación racial.

Jacques Ibert (1890-1962)
Concertino da camera para saxofón y orquesta
Inventado por Adolphe Sax en 1840, el saxofón se fue expandiendo poco a poco en diferentes estilos musicales, encontrando su lugar tanto en las bandas de jazz como en las orquestas sinfónicas. A lo largo de los años, diversos compositores y compositoras han explorado la versatilidad de este instrumento. Ejemplo de ello es el Concertino da camera para saxofón y orquesta, compuesto en 1935 por el compositor francés Jacques Ibert a petición del saxofonista Sigurd Rascher. El concierto consta de dos movimientos, donde el compositor apostó por el balance entre el solista y la orquesta. Tal como lo sugiere el nombre de la obra, el primer movimiento despliega un diálogo animado entre la orquesta y el saxofón, que exhibe pasajes técnicamente demandantes, con un sutil toque de jazz. El segundo movimiento, que inicia con una sección lenta y melancólica, resalta el carácter lírico del saxofón, para luego dar paso a la sección final donde retoma la energía y los pasajes virtuosos del instrumento solista.

Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Sinfonía núm. 4 en si bemol mayor, Op. 60
Robert Schumann alguna vez describió la Cuarta sinfonía de Beethoven como “una esbelta doncella griega entre dos gigantes nórdicos”. Esta frase alude a su posición entre dos grandes titanes: la Tercera y la Quinta sinfonías. Sin embargo, la Cuarta revela un lado más íntimo y personal del compositor. Fue escrita en el otoño de 1806, durante una visita del compositor a su mecenas, el príncipe Karl Lichnowsky, en su residencia en Grätz. Pero, después de negarse a improvisar para unos invitados del príncipe, Beethoven abandonó la residencia enfadado, rompiendo su relación con Lichnowsky. A pesar del conflicto, ese mismo viaje trajo algo positivo: el compositor conoció al conde Franz Oppersdorff, quien le encargó una sinfonía y a quien finalmente dedicó la Cuarta sinfonía. Aunque no existe un vínculo documentado, es evidente que los episodios de tensión y alegría de ese viaje influyeron en la obra, como en el primer movimiento, que comienza con una introducción ominosa antes de transformarse en un tema brillante y lleno de energía. Por su parte, el segundo movimiento es apacible, pero contiene momentos de misterio y tensión. El tercer movimiento es vertiginoso; mientras que el último movimiento nos presenta un tema lírico que contrasta con el trepidante ritmo de las cuerdas, y ambos nos arrastran a un final contundente.

Notas: Montserrat Pérez-Lima