Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata /
Gustavo Rivero Weber, director fundador / Mauricio Náder, piano*
*Concertista de Bellas Artes

Rodrigo Valdez Hermoso (1978)
1954 Sinfonía de la pasión auriazul
I. Del origen - Valentía, ímpetu y corazón
II. La luz perfilaba la silueta del Estadio Olímpico Universitario; se percibía la tensión por la batalla
III. De los triunfos futuros - Oda al espíritu universitario
Duración aproximada: 18 minutos

Franz Liszt (1811-1886)
Fantasía sobre melodías populares húngaras para piano y orquesta, S.123
Duración aproximada: 15 minutos

Mauricio Náder, piano

Intermedio

Piotr Ílyich Chaikovski (1840-1893)
Sinfonía núm. 6 en si menor Op. 74, Patética
I. Adagio – Allegro non troppo
II. Allegro con grazia
III. Allegro molto vivace
IV. Finale. Adagio lamentoso
Duración aproximada: 50 minutos

Duración total aproximada: 83 minutos

Gustavo Rivero Weber, director fundador
Fundador de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata (OJUEM), Gustavo Rivero Weber logró posicionar a la agrupación como una de las mejores orquestas del país, que además destacó internacionalmente con presentaciones en Italia y Nueva York. Es egresado del Instituto Curtis de Filadelfia, donde estudió con Jorge Bolet, y del Conservatorio Estatal de Odesa en Ucrania. Su formación en dirección estuvo a cargo de Avi Ostrowsky, Alun Francis y Jan Latham-Koenig. Además de México, ha dirigido orquestas en Argentina, Austria, España, Hungría, Brasil, Estados Unidos y la República Checa. En 2019, tuvo su debut discográfico al frente de la OJUEM para el sello Naxos, con una grabación de música mexicana titulada El árbol de la vida que obtuvo buen recibimiento por parte de la crítica especializada. Además de su carrera de director de orquesta, Rivero Weber ha grabado varios discos de piano que abarcan repertorio mexicano, latinoamericano y europeo, entre los que destaca uno dedicado a la música de Friedrich Nietzsche.

Mauricio Náder, piano
Mauricio Náder se ha presentado en México, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Perú, Puerto Rico, El Salvador, Alemania, Bulgaria, España, Francia, Italia, Noruega, Portugal, China, Líbano y Pakistán. A los 19 años debutó en el Palacio de Bellas Artes como solista de la Sinfónica Nacional y en 1996 obtuvo Primer Lugar en el Concurso Internacional de Piano Bartók-Kabalevsky. Integrante de Concertistas de Bellas Artes, en calidad de Primer concertino, ha ofrecido clases magistrales en varios países y ha sido juez de concursos nacionales e internacionales. Ha realizado más de treinta producciones discográficas. Se formó en el Conservatorio Nacional de Música, la Escuela de Música de la Universidad de Houston y la Eastman School of Music. Sus maestros fueron Carlos Bueno, María Teresa Rodríguez, Nancy Weems y Anton Nel.

Rodrigo Valdez Hermoso (1978)
1954 Sinfonía de la pasión auriazul
“¡Dale Pumas, dale Pumas!”, se escucha en las tribunas del Estadio Olímpico Universitario. Este espacio, que ha reunido a familias enteras, amigos y aficionados de la playera azul y oro, se ha convertido en la casa del Club Universidad Nacional, identificado con el conocido felino que ha emocionado a su afición desde su consolidación en 1954. En 2024, el Club Universidad Nacional comisionó una obra para conmemorar los 70 años de su creación. Puma desde niño, Rodrigo Valdez Hermoso fue el encargado de escribir una partitura de tres movimientos que dialogan con la historia del club: Del origen - Valentía, ímpetu y corazón, recuerda la resiliencia de los primeros años del equipo conformado por jugadores extraídos de las facultades de Ingeniería, Arquitectura y Derecho. El segundo movimiento nos acerca a la tensión de los partidos. Finalmente, el tercer movimiento se convierte en una mirada al porvenir a “los triunfos futuros” y, sobre todo, una oda al espíritu universitario, persistente, constante, con garra y pasión.

Franz Liszt (1811-1886)
Fantasía sobre melodías populares húngaras para piano y orquesta, S.123
Franz Liszt deslumbró al público del siglo XIX con sus exhibiciones de virtuosismo. Fue, a nuestros ojos, un auténtico rockstar, pero más allá del espectáculo, amplió los límites de la técnica pianística. Introdujo en su música la cultura popular que conoció en su infancia y juventud en Hungría, y una de sus manifestaciones más conocidas son las Rapsodias húngaras para piano solo.

La libertad rítmica, las ornamentaciones y los modos característicos de los verbunkos —género asociado con los gitanos húngaros— dieron vida a su Fantasía sobre melodías populares húngaras para piano y orquesta, escrita en 1852. También conocida como Fantasía húngara, esta obra comparte con sus rapsodias la búsqueda y fusión de lenguajes, a través de la incorporación de la melodía Magasan repül a daru (La grulla vuela alto), una canción popular que Liszt igualmente utilizó en su Rapsodia húngara núm. 14. Este tema aparece desde el inicio de la Fantasía y regresa a lo largo de toda la obra, entrelazado con la intervención del piano, que se convierte en aquella ave que despega el vuelo con pasajes y cadenzas intensas, a veces juguetonas y otras de desbordante virtuosismo.

Piotr Ílyich Chaikovski (1840-1893)
Sinfonía núm. 6 en si menor Op. 74, Patética
“Durante mi viaje tuve la idea de otra sinfonía, esta vez con un programa, pero un programa que permanecerá como un enigma para todos”, escribió Chaikovski en una carta a su sobrino. Se refería a su Sexta sinfonía, completada en 1893, que, tal como él imaginó, desató una serie de interpretaciones sobre su posible significado. El estreno tuvo lugar en octubre de ese mismo año y, aunque no obtuvo un éxito inmediato, el compositor la consideró como “lo mejor que he compuesto o que compondré”.

Poco después del estreno, en un giro inesperado, Chaikovski murió, y fue entonces cuando se adoptó el sobrenombre Patetitčeskaja (que podría traducirse como “apasionada”), supuestamente con su aprobación. Sin embargo, la versión francesa Pathétique se popularizó y desde entonces se le conoce como Patética.

En nuestro decir mexicano, “entre son peras o manzanas”, lo cierto es que esta sinfonía está colmada de los temas anhelantes característicos del compositor; batallas internas y tensiones que algunos estudiosos, como Susan McClary, han relacionado con el conflicto personal de su homosexualidad, penada en aquel entonces en Rusia. El enigma que Chaikovski quiso dejar en su Sexta sinfonía sigue vigente, pero incluso sin conocer su programa oculto, sus cuatro movimientos conservan intacta la capacidad de conmovernos.

Notas: Montserrat Pérez-Lima